jueves, 28 de agosto de 2008

DE HISTORIA , TERAPIA Y ACADEMIA CALLEJERA


Para mi la Historia va más allá de asistir a archivos, escribir ensayos y tesis, hacer doctorados y codearse con la crema y nata de nuestro gremio. Yo veo a la Historia como una terapia que me hace cada día más humano, en cuanto que me hace reflexionar sobre mis limitaciónes, mi “constructo” cotidiano, escindido y finito.

Creo que a medida en que podamos ser conscientes de lo que se menciona en el párrafo anterior y que en cierta forma para mi es la “consciencia histórica” de la que habla De Certeau, podemos empezar a preguntarnos sobre la labor social de la historia.

Tratando de contestar y consciente de que puedo errar a la respuesta de ¿Qué labor social tiene la historia?, creo que primero debo de reiterar que hacer historia, es crear “DISCURSOS” y a partir del análisis de discursos ya establecidos, el historiador debe de señalar a manera muy lacanniana las “FALTAS” que tiene algún discurso en específico y empezar a proponer un “OTRO DISCURSO” el cual puede subsanar aquellos recovecos lacannianos, pero siempre estando conscientes de que esa “OTRA PROPUESTA” va agenerar otras “FALTAS”.

Ya que se tiene un análisis y una propuesta hecha en la academia, el “OTRO DISCURSO” debe salir a las calles, al campo y a otros espacios para que se dialogue con la realidad y en vez de repetir el patrón de la academia de marfil: “pobre realidad si no se acomoda al discurso académico”, se genere lo siguiente: “pobre discurso académico si no se acomoda a la realidad”, creo que aquí está la verdadera labor social del historiador y su discurso; que tenga la flexibilidad de acomodarse en diferentes realidades, de que éste abierto a dialogar con diferentes actores sociales (estén o no estén en su mismo “lugar de enunciación”) y que siempre esté consciente de que es un “constructo” cotidiano y escindido.

A manera de conclusión creo que como futuros historiadores deberíamos de empezar a generar “academia callejera”, apoyarnos en las aulas y sus palabrerías, pero que nuestra verdadera formación y aportación sea fuera de esas cuatro paredes; platicando, caminando, observando y tropezándonos para que nunca se nos olvide que la el paraje es largo y hay que aprender a caminarlo.

2 comentarios:

Mayra dijo...

Estoy de acuerdo con tu propuesta compañero, como propones y también ya mencioné abajo, un discurso de la academia que sólo sea para eruditos, simplemente no se da el valor y lugar que merece.

Priscilla H. H. dijo...

Utilizando tu metáfora, estoy de acuerdo que habria que salir a caminar, pero siempre y cuando se haga con los zapatos del historiador, caminar como historiador implicaría entonces hacerlo con cierto paso, con una pisada que viene dada de una reflexión particular. Aprender a usar esos zapatos se convierte en el reto.