martes, 16 de septiembre de 2008

Formas de hacer la historia

En el primer apartado de la obra Formas de hacer la Historia. Historiografía grecolatina y medieval, de Norma Durán, una de las preguntas que la autora desarrolla en el texto es ¿Qué condiciones se prestaron para hacer las conexiones entre el mundo occidental y la cultura griega y romana, y así estas pasaran a ser la “cuna” de una gran civilización? Con esta interrogante se pasará a desarrollar la sección “Historiografía grecolatina”.
Norma Durán parte proponiendo que una de las condiciones que se presentaron en construir la familiarización entre los mundos griego y romano con la modernidad, se debe a la necesidad de explicar históricamente la superioridad occidental-europea mediante el conocimiento directo de sus antepasados.
[1] ¿Por qué establecer relación del mundo moderno con la cultura romana y griega antigua? Al parecer se presta esta relación porque se consideró que estas civilizaciones fueron los creadores de las ciencias, del arte, de la democracia,[2] de la escritura, es decir de la razón.
Por tanto, es necesario “repensar las premisas sobre las que se ha venido construyendo esa «identidad».”
[3] Lo que interesa es buscar las conexiones, la distancia y diferencias en la escritura de la historia. En esta obra, se rompe con el pensamiento tradicional de creer que los griegos y romanos son los orígenes de la cultura occidental, ya que estos no fueron los únicos en escribir historia ni fueron los primeros, así otras civilizaciones desarrollaron sus formas de historiografía, al parecer el único “problema” o “deficiencia” de otras civilizaciones anteriores fue la forma en como transmitían su historia. Afirmar esto, Hartog es lo que llamará la “prehistoria de la historia”.[4]
Lo que está detrás de esta construcción es una idea fundada a partir de una mentalidad racista y por supuesto de superioridad. La historiografía grecolatina, hoy nos permite ver a partir de los regímenes de historicidad cambios notables
[5] que destruyen la idea de una historia lineal, objetiva, o como maestra de vida.
Norma Durán propone que el punto de partida para hablar del nacimiento de la historia radica en la distinción entre mito y logos.
[6] En el siglo XIX el mito se consideró como relatos fantásticos, que no pretendían buscar la verdad, se entendía como palabra inspirada o revelada por tanto no eran racionales y al parecer evidenciaba alguna verdad universal. Así se desarrolla la idea del “milagro griego” el paso del mito al logos, es decir a la racionalidad.[7] Marcel Detienne afirma que el mito no es universal, y el concepto de verdad está ligado a la memoria o recuerdo y no a lo real.
En el siglo V, mito era sinónimo de palabra, el “gran cambio” que se produjo es cuando surge la polis, la noción de verdad cambió ahora importa la palabra argumentada. La propuesta de la autora, es que los cambios y los saberes surge de condiciones precisas que se forjan en una sociedad, hay fracturas, se dan nuevos paradigmas.
[8] La autora a partir de Hartog, plantean que la ruptura más visible del discurso histórico es la desaparición de las musas como autoridad y fuente de verdad.[9]
Lo que transforma el quehacer histórico son las sociedades mismas cuando cambian de paradigma, un ejemplo es el discurso de Homero (poesía épica) y de Herodoto (historia humana) los criterios de hacer historia son diferentes, por tanto la propuesta es “ubicar el contexto social de cada discurso para comprender cómo funcionaban.”
[10] Así la historia surge como un discurso de lo particular,[11] discurso que busca contar sucesos de los seres humanos y que se relaciona con el orden. Con el surgimiento de la polis vino a cambiar todas las concepciones, aún el uso de la palabra ya que desaparecieron las instituciones monárquicas y jerárquicas de la sociedad.
El discurso para la sociedad transformada ya nos sustenta un orden en el mundo,
[12] así como las formas y los lugares en donde compartir el discurso se ve transformado. El ágora se convierte en el centro de todo interés político, así el oficio de la ciudadanía se centra en el ejército, así la retórica será uno de las disciplinas básicas para la formación de todo ciudadano de la Grecia clásica.
En la polis, la palabra se comenzó a argumentar y se prestó a la confrontación, así la autora propone que la ruptura que se da con la palabra épica se dio en el ámbito social, ya que la polis demandaba nuevas relaciones, de igualdad.
[13] El discurso histórico que se desarrolla en este tiempo inauguró la historia maestra de vida, ya mencionado anteriormente, esta estuvo directamente relacionada con la retórica. Cabe señalar que ya para este tiempo se puede dar testimonio que se desarrollaban historias y no historia, ya que encontramos a Tucídides cuyo criterio historiográfico se basa en el presente. Mientras que Herodoto desarrolla una historia del pasado, cuyo criterio es el testimonio visual directo.
Para finalizar, lo que podemos ver en el mundo clásico es que dentro de un mismo contexto se dieron varios regímenes de historicidad, es decir, varios modelos de la práctica historiográfica. El discurso habrá que entender que no era para contar lo que realmente sucedió sino fungía un papel educativo, era un saber útil a la ciudad y al ciudadano,
[14] mientras que Hartog propone otro tipo de utilidad de la historia: entender y traducir la alteridad.[15] Esto nos da a entender que lo que se conoce oficialmente de los temas y sobre todo de la historiografía del mundo clásico, ha sido una construcción del siglo XIX que tuvo la necesidad de fundamentar sus orígenes, tanto de pensamiento, cultura y ciencia en los griegos, a partir de un carácter de superioridad ya que la idea del progreso estaba en boga.

[1] Durán, Norma. “Historiografía grecolatina”, en Formas de hacer la Historia. Historiografía grecolatina y medieval, p. 43.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Ibid., p. 44.
[5] Ibid., p. 47.
[6] Ibid., p. 50.
[7] Ibid., pp. 52-53.
[8] Ibid., p. 64.
[9] Ibid., p. 66.
[10] Ibid., p. 73.
[11] Ibid., p. 83.
[12] Ibid., p. 95.
[13] Ibid., p. 101.
[14] Ibid., p. 112.
[15] Idem.
Fuente:
Durán, Norma. “Historiografía grecolatina”, en Formas de hacer la Historia. Historiografía grecolatina y medieval, México, Navarra, 2001, pp. 41-113.

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