Leyendo el ensayo de Montaigne, "De los caníbales", encontré una frase que me pareció bastante importante, que puede describir la reacción que tenemos al momento de enfrentarnos al documento, y de la cual no estamos del todo concientes, sería: “[...] lo que ocurre es que cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres.”[1] Entonces, como historiadores, sabemos que, sólo por nuestra condición social y postura en un tiempo posterior a aquello a lo que queremos acercarnos, habrá un tipo de prejuicio, algo que nos hará creer que somos la versión evolucionada de aquello que vemos, porque lo que vemos serán diferencias, siempre a partir de nosotros.
Partiendo de lo que Montaigne escribe, al asumirnos como seres finitos, es decir, tener conciencia histórica,[2] podemos vernos entonces a través del otro, asumiéndonos como diferentes. El historiador va a trabajar sobre esta diferencia, sobre la otredad, pero no sin antes asumirse finito y dentro de una condición social diferente a lo que es su objeto de estudio, el “pasado”; entendiendo que el otro será incomprensible o que sólo podremos vernos a nosotros, no a “ellos”; como diría Gadamer, en términos didácticos, tratando de fusionar el horizonte hermenéutico del otro con el nuestro para poder llegar a un entendimiento, a pesar de que este otro será una construcción, una mera construcción que parte de nosotros mismos. Por esto mismo, para los contemporáneos a Montaigne y a Carlos IX, estos “otros” eran incómodos, eran incomprendidos y, además, quedaban fuera de toda categoría –los antiguos y los modernos–, porque no se entendían las diferencias existentes, sino solo se veían y categorizaban.
Pero esto mismo nos pone en una postura favorecedora, puesto que nuestra visión del hecho es panóptica: sabemos lo que sucedió después, lo que nos pone en ventaja a los contemporáneos a dicho evento. Así, como investigadores, debemos tener presente que al tener un documento frente a nosotros -de cualquier tipo-, no tenemos una evidencia irrefutable o que nos muestre la verdad absoluta, sino solo un fragmento de aquello de lo que queremos hablar, de la construcción del pasado que se va a realizar.
[1] Michel de Montaigne, “De los Caníbales”, en Ensayos.
Víd http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01372719700248615644802/p0000002.htm#I_36_
[2] Para explicar la finitud del hombre, la conciencia histórica y la diferencia, cfr. Michel Foucault, Las palabras y las cosas.
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